Twitter, la telenovela
19:13 del Lunes 15 de Abril de 2019. Me llega una notificación a Telegram de eldiario.es en el que se avisa de que hay un incendio en la catedral de Notre Dame. Lo reenvío a grupos familiares y de trabajo. Abro Twitter. Empiezo a ver vídeos desde casi cualquier perspectiva posible, grabados por usuarios que permanecen apostados a una distancia prudencial pero lo suficientemente cerca como para hacernos sentir que ‘están ahí’. Estamos ahí.
Empiezo a ver los vídeos con una especie de placer culpable. Los comparto de nuevo en grupos de telegram. Una especie de inercia que me hace querer demostrar que soy un reportero más. No estoy pero como si estuviera. Descubro que no soy el único. Familiares, amigos y compañeros de trabajo repiten el patrón. No estamos allí pero es como si estuviéramos. Qué triste. Qué desgracia. Qué pena. Es una secuencia relativamente conocida y no por ello menos sorprendente. Una desgracia que es retransmitida en directo. El fuego y sus estragos quedan hiperdocumentados. La tristeza es compartida. Me llega una notificación del Biwenger. Ha sido puesto a la venta Cheryshev. Hay que comprar pañales. ¿Qué te ha dicho el médico? Voy a bajar al parque con las niñas.
En el parque se produce un paréntesis. El sonido de los pájaros y los gritos de los niños que se pelean amigablemente por ser los primeros en la rampa de bajada del tobogán me aíslan durante un rato de la realidad mediática. Es como si ahí, en ese preciso lugar, no estuviera pasando esoquetodoelmundocomentaqueestápasando. De nuevo una inercia compulsiva me empuja a encender el móvil. Abro Twitter. Y me encuentro con la unanimidad. Casi un 95% de los mensajes es sobre Notre Dame. Nadie quiere perderse la ‘fiesta’. Ya no se trata simplemente demostrar que aunque no hayamos estado ahí es como si estuviéramos. Se va un paso más allá. Hay que intensificar el canal. Se siente la inercia colectiva. Los mensajes rimbombantes no cesan. Es como si hubiéramos perdido algo. La civilización colapsa. El fin de la historia. ¿Cómo de paradójico sería que mientras asisto a un hecho histórico alguna de mis hijas se abriera la cabeza en el dichoso tobogán? Apago el móvil de nuevo y me centro en lo que tengo delante de las narices.
Más tarde, ya en casa y con las niñas dormidas, vuelvo a abrir Twitter. Empiezo a encontrarme con algunos mensajes disidentes. Juego de Tronos, la barbaridad que ha dicho Pablo Casado, arde una mezquita en Jerusalén. Es igual, el timeline es aplastante y no habla de otra cosa: Notre dame, Notre dame, Notre dame. De entre los mensajes que se escabullen a la riada de lamentos, me encuentro con varios que buscan hacerse un hueco y no quedar sepultados ante la avalancha de lamentos. Uno de ellos enumera que lo que no se ha perdido es mayoría frente a lo que se está quemando. Otro nos recuerda que están empezando a llegar comentarios islamófobos. Pedro Vallín, el periodista, tuitea sobre la dolorosa belleza de las imágenes y unas declaraciones de la presentadora de TV5 Monde.
Cae la aguja. Como si de una serie se tratara, llegamos al capítulo estrella. No es el último, es el penúltimo. Pero casi todos sabemos que se acerca el final de esta historia en redes sociales. El símbolo ha caído. Ahora es el momento de llorar. Es el momento de que cada cual coja sitio y represente su papel en esta telenovela en la que se ha convertido Twitter. El luto se representa en forma de grito colectivo y exagerado. El silencio queda desplazado. Pareciera resultar imperativo participar y compartir un sentimiento que nos otorgue un papel visible en medio de la zozobra. Mira, acaba de llegar un vídeo de los parisinos cantando en un puente cercano a Notre Dame. Lo comparto.
Supongo que todo esto es muy humano y no hay nada de lo que avergonzarse. Es un lamento colectivo. Es nuestra identidad. Pero tal y como me sugiere Sofía, hace falta ir más allá. Combatir con palabras y razón el momento telenovelesco y de emotividad forzosa: como cuando Noel Ceballos dice que “París ya ardió. París siempre arde y, no obstante, sigue siendo la definición de la palabra perdurabilidad”. Como cuando mi compañero Lucas recuerda que “la palabra turismo sale a los pocos segundos de cualquier noticia sobre Notre Dame. Para los medios arde una atracción, no la historia”. Como señalar el racismo de Abascal que aprovecha para rentabilizar la tragedia y lo encapsula en forma de mensaje islamófobo. Como cuando una historiadora nos recuerda que gracias a un grupo de investigadores existe un mapa 3D laser de cada detalle de Notre Dame.
Casi a medianoche y a punto de acostarme me encuentro con un mensaje que resume mucho mejor que yo en este texto mi sensación con respecto a Twitter y cómo se ha gestionado todo este incidente. Es de la humorista Dolors Boatella quién, con una elegante ironía, declara: “No sé si ya se ha comentado pero vaya desgracia el incendio de Notre Dame”. Cómo no, le doy a like.