“Star Wars — El ascenso de Skywalker”: Fans, desertemos del imperio
Por Guillermo Zapata y Felipe G. Gil
Cuando se estrenó el episodio VIII de Star Wars, entusiasmados con la película y sus temas y tras una conversación telefónica de una hora, decidimos escribir algo para poner en orden nuestros pensamientos y compartirlos. Lo llamamos “Star Wars — The Last Jedi” o como vivir en las ruinas mitológicas de nuestros predecesores”.
En ella nos regocijábamos en cuestiones como que la fuerza Jedi dejara de ser un privilegio de unos pocos para ser algo al alcance de cualquiera (tal y como nos sugería el plano final de la película, en la que un niño pobre y esclavo viviendo en el planeta-casino de Canto Bight era capaz de mover una escoba), con los guiños feministas como la torpeza estratégica de Poe frente a la inteligencia de la Almirante Holdo o el mayor peso de la diversidad al darle protagonismo a Finn o a Rose. Más aún, el feminismo ya no era sólo un cambio en el género de las personas protagonistas, sino en los valores y las estructuras de la narración. Se dibujaban apuntes de un nuevo heroísmo, colectivo y paciente.
También intuíamos que el mito podía ser reescrito y actualizado para hablarnos de un bien que no siempre es luminoso o un mal no tan oscuro. El conflicto de Ben Solo y Rey viviendo en un mundo construído por otros nos sugería una metáfora actualizada y más compleja con respecto a la realidad que vivimos actualmente.
Por todo ello, por ser aca-fans de Star Wars (fans que juegan a ser académicos o académicos que no se avergüenzan de ser fans, como bien ha defendido en numerosas ocasiones Henry Jenkins), nos sentíamos en la obligación de escribir algo de nuevo. Pero este texto no pretende ser una crítica cinematográfica. Sin embargo, reconocemos que el texto no nace del entusiasmo, sino de la decepción.
Creemos que el mundo y el momento social y político (especialmente en las redes) está alimentando de forma sistemática la polarización, el narcisismo de las pequeñas diferencias y en una pelea constante contra la alegría y a favor del cinismo o de las pasiones tristes. Por ello queremos intentar hablar de los ingredientes de la decepción y por qué creemos que se produce. Sin que eso suponga restarle ni un milímetro de entusiasmo a quien ha disfrutado de este final de la saga.
Amar y criticar es posible y vamos a hacerlo de la forma más constructiva posible.
El ascenso de Skywalker: una enmienda obsesiva a “Los últimos Jedi”
La mayoría de críticas de la película coinciden en reconocerle a Abrams que ha querido contentar a los fans de la saga original, luego hablaremos de cómo esa definición de fan se nos hace muy estrecha para la realidad de un fenómeno con 40 años de historia.
La enmienda obsesiva de la que hablamos se puede percibir mejor yendo a lo concreto que en abstracto. Por eso hemos hecho una tabla.
Estas son solo alguna de las enmiendas que hace una película a la otra y que parecen buscar obsesivamente regresar al mito de la trilogía original y ‘corregir’ todas las derivas que parecía haber iniciado Rian Johnson. Es muy complicado que la comparación de las películas no dé como resultado una visión de Abrams como un fan de la saga original para el que un cambio de rumbo como el que había planteado no era aceptable.
Y es que además, una parte de los fans provocaron una guerra cultural contra “Los últimos Jedi” y además de defenestrar la película, consiguieron que Kelly Marie Tran (la actriz que interpreta a Rose Tico) abandonara las redes sociales tras recibir miles de insultos por su físico, su raza y por su papel en Star Wars. Resulta complicado no ver el cambio en el rol de su personaje como resultado de este proceso y por tanto como una victoria del ‘lado oscuro de los fans’.
La tecnificación del mito
Star Wars es un mito. Un relato tradicional que utiliza conflictos representados en toda la historia de la narrativa (el bien contra el mal, padres contra hijos, república vs imperio) en un contexto hiper tecnológico (todo tipo de naves y armas, androides inteligentes, humanos asistidos por la tecnología para poder seguir viviendo, hologramas, etc.).
La trilogía original formada por los episodios IV, V y VI (estrenados en 1977, 1980 y 1983) marca, dentro del contexto de la historia, una serie de cánones narrativos que prácticamente fueron intocables con el estreno de los episodios I, II y II en los años 1999, 2002 y 2005. Es normal teniendo en cuenta que eran una precuela. Por tanto, en los últimos episodios existía un reto: ¿cómo puede sobrevivir un mito originado en los años 70, más de 40 años después? ¿era posible reescribir el mito?
La primera película de esta última trilogía demostró ser una máquina expendedora de nostalgia: tal y como apuntaba algún artículo, daba la sensación de que los “fans de star wars eran, casi en sentido literal, los héroes de la nueva película”. La mayoría de nuevos personajes se conocía bien el mito. Y los viejos personajes aún estaban ahí: Leia, Luke, Han Solo, Chewie, R2D2, C3PO…
Star Wars nunca ha sido obviamente un simple mito popular: especialmente tras la compra de Disney de los derechos y con la llegada de Internet, no hacer nada que pudiera poner en riesgo la mitología original para así poder preservar el imaginario que es representado en parques temáticos, series u otras películas, videojuegos o cómics y rentabilizar al máximo (económicamente) todo ese universo de ficción parecía algo que Abrams ‘declaraba’ indirectamente con “El despertar de la Fuerza”.
Había, sin embargo, algo de esperanza. ¿Usarían a los personajes de Rey y Kylo Ren para mostrarnos que la fuerza ya no usa un arquetipo tan básico para definir ‘el bien y el mal’? ¿Cómo podía un mito actualizarse en la era dorada de las series televisivas de ficción y tras incontables historias que nos hablan del presente a través de historias y personajes complejos?
Ningún mito sobrevive sin un cierto grado de actualización. El mitólogo Furio Jesi trazó una distinción entre una aproximación genuina a los mitos (estar atentos y en actitud de escucha, pero plantear interrogantes, llevarlos a nuestro mundo y a nuestro presente) y los mitos tecnificados (una invocación forzada de éstos con un propósito específico).
Según esta distinción, el mito tecnificado se dirige siempre a los que Karoly Kerenyi (otro mitólogo húngaro) denomina como durmientes: aquellos cuya actitud crítica está inactiva, porque las poderosas imágenes transmitidas por los tecnificadores han inundado su conciencia e invadido su subconsciente. “El mito tecnificado es siempre “falsa conciencia”, incluso cuando creemos usarlo para un buen propósito”, añaden Wu Ming. Por eso parece legítimo preguntarse, ¿ha quedado Star Wars atrapado en su propio mito tras “El Ascenso de Skywalker”?
Hay muchos ejemplos de este desplazamiento del mito genuino al mito tecnificado a lo largo de la película. Son momentos en los que una técnica narrativa (que permite, por ejemplo, componer un inicio trepidante) sustituye emociones y las reescribe para hacer avanzar la acción. Chewbacca muere, pero no muere. A C3P0 le borran la memoria y se despide de los suyos, pero al rato se la recuperan. El planeta de origen de Poe se destruye, pero las personas a las que ama allí sobreviven. Ninguna de estas acciones “suceden realmente” y, de nuevo, nos encontramos ante guiños a posibles decisiones narrativas valientes (y dolorosas, claro) que terminan siendo ‘gestos de lo que pudo ser y no fue’.
Hay otros ejemplos menos explícitos pero igualmente interesantes de analizar. Como ese beso lésbico que se produce en segundo término al final de la película. Un gesto que va muy por detrás, no ya de los Fan Fics de un subforo recóndito de la red, sino de miles de personas que han shippeado la relación Poe-Finn e imaginado a una plausible relación homosexual con la que se juega en la historia (que los propios actores favorecen clarísimamente, incluso con declaraciones, como cuando Oscar Isaac dijo “creo que un romance entre los dos podría haber sido muy interesante”) y que se les escamotea sistemáticamente. Aquí lo tenemos claro: Poe y Finn se aman y no nos han dejado ver más.
Otro ejemplo sería cuando al propio Chewbacca se le restituye una medalla que le deben desde “Una Nueva Esperanza” (en 1977, nada menos) justo cuando es un gesto incapaz de paliar la ausencia y la pérdida de sus mejores amigos, de su única familia (Han Solo, Leia y Luke), ¿De verdad una medalla sirve de algo? ¿De qué sirve, narrativamente, más allá de cómo ‘gesto técnico’ que recuerda la trilogía original? ¡Ojalá la hubiera tirado como Luke con su sable luz en “Los últimos jedi”!
Para terminar esta enumeración, la decisión ‘narrativo-técnica’ más dolorosa (aunque aún menos explícita que los anteriores) es que las acciones que pone en marcha una “maestra Jedi y comandante” como Leia tienen como resultado una cadena de acontecimientos que termina con…¡la muerte de su propio hijo! Resulta extraño pensar que el esfuerzo que hace Leia y que la sacrifica tenga como resultado algo tan doloroso como la muerte de Ben Solo, a pesar de que éste se hubiese redimido y abandonado a Kylo Ren.
Sacrificar el personaje de Ben Solo es restar complejidad y multiplicidad a la historia. Un universo en el que hubieran tenido que convivir (con esa relación tan simbiótica y conflictiva más propia de personas con vínculos de parentesco que de dos personas que se aman y desean besarse, por otra parte) habría sido mucho más interesante que el final ‘en pareja’ que dibuja el ‘El Ascenso de Skywalker’.
El mito tecnificado tiene una mirada conservadora sobre los propios fans de la saga. Los mira como una imagen simplista, aquello que no hacía la anterior película y en cierta medida la primera (también dirigida por JJ Abrams). En “El Despertar de la Fuerza”, la comunidad era guardiana de memoria y amplificadora de las posibilidades del mito. En “Los últimos Jedis” (en pleno momento de polarización, toxicidad fan, etc.) se entendía que no se podía contentar a “todos los fans”, porque ya no había un todo, sino que había que elegir quienes podían ampliar el mito y llevarlo hacia el futuro. En definitiva, la clave en la reescritura de un mito no parece estar tanto en cómo contentar al máximo de fans posibles sino a quienes eliges decepcionar y por qué.
Imaginación en ruinas
“El ascenso de Skywalker” no solo demuestra una enmienda obsesiva de “Los últimos Jedi” y un respeto tecnificado con apariencia reverencial a los cánones de la trilogía original. Además demuestra síntomas de una imaginación que colapsa, que está en ruinas. Es más, materialmente gran parte de las localizaciones más importantes de las dos películas que dirige Abrams en la última trilogía lo son.
En “El despertar de la fuerza”, Rey comienza su historia y se ve como rescata materiales de un Destructor imperial caído en Jakuu. Y en “El ascenso de Skywalker”, cuando están en el desierto de Pasaana (concretamente en un lugar inhabitado) terminan siendo succionados por arenas movedizas y acaban en el subsuelo del desierto, encontrando los restos de un cazarrecompensas, un cuchillo clave para la historia y la nave ruinosa de éste. Por último, la batalla de entre Kylo y Ren sucede en las ruinas de la Estrella de la Muerte (que se encuentra, cómo no, en la luna mítica de Endor).
Incluso las imágenes de catarsis finales de la película nos enseñan a unos ewoks viendo 40 años después exactamente lo mismo que vivieron las generaciones anteriores del planeta. Un nuevo destructor estelar cae sobre Jakuu encima de las ruinas que el propio Abrams ya nos presente.
Lo que es representado explícita y materialmente como ruinas, también podría ser utilizado como metáfora del colapso imaginativo que se produce en el universo de Star Wars, tanto narrativa como formalmente. Pongamos varios ejemplos:
- El regreso del emperador Palpatine fue una de las grandes sorpresas de esta última película. El problema de ‘volver a la trilogía original’ y hacerlo de forma obsesiva es que a veces en vez de respetarla puedes conseguir lo contrario: si Palpatine no murió cuando Darth Vader decidió arrojarlo al vacío y abandonar el lado oscuro para no ver morir a su hijo…¿de qué sirvió ese momento?
- Siguiendo con Palpatine, el hecho de que sea abuelo de Rey es, como dice Noel Ceballos, “una imposición argumental”. Un personaje que es la anti-vida…¿cómo ha podido engendrar algo de dónde salió Rey? Dado que los sith viven en él, “ha banalizado sin remedio el Lado Oscuro”, concluye Noel.
- Cuando Abrams confirmó su regreso aseguró que quería usar menos CGI y más efectos visuales artesanos, muñecos articulados, etc. En general es algo que ha sucedido, pero todo el clímax de la última parte de “El ascenso de Skywalker” en Exegol es…un festín de CGI. ¿Usarlo para rescatar momentos de Leia? Comprensible. Construir un ejército de espíritus sith que aparece de la nada pues quizás no.
- La Primera Orden emergida en la nueva trilogía ya generaba muchas preguntas. Sin embargo, en “Los últimos Jedi” podía intuirse que el poder de ésta no era ilimitado: más bien parecía un reducto de militares (con ayuda de un tío joven con máscara y poderes) que se resistía a aceptar la victoria de la república. La aparición de “La Orden final” y de un número infinito de naves destructoras con capacidad para destruir planetas…nos sugiere la imagen de un productor ejecutivo gritando con tono infantil: “PON MÁS NAVES, PON MÁS NAVES”. Y sinceramente, visto de otra forma, si los malos cada vez que están en apuros son capaces de convocar a miles de espíritus sith y naves a cascoporro…¿quién no nos garantiza que esto no va a terminar pareciéndose al nombre de los archivos ‘definitivos’ cuando tenemos algo que entregar? ¿Primera_Orden_Definitiva_Total_MortalV2.pdf?
- ¿No parece todo el último acto de la película algo que nos suena? ¿Un eco de Harry Potter, Vengadores, incluso la ya lejana -ay, somos viejos- El Señor de los Anillos? ¿No es este universo de ficción una especie de plasma donde las imágenes son intercambiables?
- ¿Cómo es posible que el acto más innovador de la película en términos narrativos (ese viaje del Halcón Milenario llamando a la rebelión de la gente común) no sea una parte sustancial de la película, sino una elipsis? “Los últimos Jedi” terminaba con dos preguntas implícitas: ¿Cómo organizar una rebelión? y ¿qué significa ganar? Las dos quedan sin respuesta. Una es una elipsis y la otra termina enterrada, como las espadas Jedi en el desierto.
Cuando terminó el “Retorno del Jedi” era más fácil (además de absolutamente innecesario) imaginarse cómo sería la vida de los personas, la nueva república, los nuevos Jedi…En “El ascenso de Skywalker” Es muy complicado imaginarse cómo va a seguir la vida tras el final de esta película.
Rey se va a enterrar los sables luz de Leia y Luke en Tatooine. “El nuevo mundo” que se alza después del presumible fin de los sith es…bastante parecido al mundo que parecía abrirse tras el final del “Retorno Jedi”. Así pues, además de un ‘eterno retorno’, nada parece garantizar que la historia continúe en cauces cíclicos que remiten a la trilogía original sin responder a muchas de las preguntas presentes que tiene el espectador. Siempre está feo comparar, pero si miramos a “Spiderman: un nuevo universo” o “Watchmen”, la serie de HBO, tenemos bastantes pistas sobre cómo respetar una mitología al tiempo que se actualiza a los problemas del presente.
Y no es que sea obligatorio que las películas se abran a un nuevo universo y sean habitables. Pero es que Star Wars es una franquicia que se desarrolla en un contexto en el que Marvel ya funciona generando narrativas interminables dividades en fases. Nadie puede imaginar hoy por hoy un “final” de Star Wars, porque que la propia idea de cierre carece de sentido en los términos en los que se pensaba cuando se estrenó El Retorno del Jedi y por qué, diantres, nothing never ends.
Fans, desertemos del Imperio
Hay rastros, evidencias, espacios y señales de que no todo está perdido. El motivo es que el mito tecnificado sólo puede funcionar en el interior de un mundo cerrado. Y Star Wars como universo narrativo supera ese mundo pequeño y es más amplio que ese deseo de acotarlo y mantenerlo cercado.
Así, la película no puede evitar que ya haya (al menos) un posible candidato a Jedi que no proviene de ningún linaje. Se trata de Finn. La fuerza, por mucho intento de jerarquizarla y domesticarla, ya es más abierta y democrática. También lo es una síntesis poderosa en torno a lo “Sith y lo Jedi”. El poder Sith exclusivo, la creación de vida, se había utilizado hasta ahora como un mecanismo de dominación y destrucción. Ya no es así. Tanto Rey como Kylo son más complejidad que la dicotomía excluyente bien/mal. Eso es algo que tampoco este cierre ha conseguido clausurar, sino más bien asumir.
Dicho de otra forma, el fan que hace más ruido o que más lloriquea y se queja, ese que se nombra guardián de una esencia que no es más que su propia noción conservadora y nostálgica de la imagen de sí mismo y su pasado idílico de hace 40 años, no tiene porqué ser mayoría hoy. ¿Hace más ruido? Sí.
La mayoría puede ser más diversa y transversal. Desde que recién aterriza porque se ha enamorado de Baby Yoda a quienes no aceptan el papel subsidiario de Rose. Desde quienes escriben fan fics resolviendo huecos en las tramas o cuidan la Wookieepedia a quienes reivindican su derecho a que ese universo de ficción les reconozca e incluya los problemas de su vida como conflictos legítimos dentro de un universo narrativo que aman.
Ese mundo es el nuestro, es el mundo que recibe la noción más conservadora de la película con incomprensión, indiferencia, mofa o crítica. Y también el de cada persona que más allá de esos elementos, encuentra en la película una conexión que le emociona.
La fuerza no está peligro, el Imperio está en disputa. Disney es la dueña de la inmensa mayoría de la atención audiovisual del planeta, pero no es capaz de disciplinar y dirigir esa atención, necesita las singularidades que existen en la misma para seguir reproduciendo sus beneficiosos mundos de ficción.
Star Wars no ha terminado porque hoy en día y por más que se esfuercen, la industria no es capaz de poseer en su totalidad las historias. Las historias son complejos universos habitados por personas diversas, por variados intereses y disputas culturales. A nosotros, desde nuestro humilde lugar de aca-fans, nos gusta pensar que Star Wars aún puede ser otra cosa. Que puede ser más una república de fans que un imperio.
Esa es nuestra nueva esperanza.
“Hnn-rowr yrroonn nng rarrr!”