Ficciones monumentales
Este texto fue escrito en Enero de 2021 para una exposición comisariada por MawatreS (Juan Pablo Orduñez) que posteriormente se convirtió en Monumento X, un ensayo visual que parte de un archivo creado a partir de monumentos sacados de contextos de ciencia ficción y fantasía. El texto incluído en la publicación está editado, siendo ligeralemente más corto que este y está traducido al euskera y al inglés.
Este texto contiene un spoiler de una película y un dato falso (a propósito)
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“Mi futuro está aquí, a mi alrededor”
Fragmento del texto “Conciencia múltiple” de Lawrence Rassel, presente en “Código Fuente: La Remezcla” (2009)
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Mi compañera de vida y yo tenemos dos hijas de 5 y 8 años. Contar cuentos por la noche es parte de nuestro día a día. A la vez, como padre he vivido bastantes situaciones con respecto a lo que significa “no mentir”. ¿Quién ha escrito “I love Harry Potter” en la mecedora blanca que estábamos a punto de vender como objeto de segunda mano y que hemos descubierto justo cuando venía el comprador a casa? Nadie. ¿Quién ha cogido un trozo de pan y lo ha introducido en el tigre de porcelana de la abuela de mamá que tenemos en el salón? Nadie. Supongo que mis hijas se acogen muchas veces al “omitir la verdad no es necesariamente mentir”. Eso no impide que haya una insistencia sempiterna por nuestra parte con respecto al imperativo moral de decirnos la verdad. Aunque luego tengamos que transigir y hacer como si las trastadas sucedieran por arte de magia. Supongo que porque nos gustan las historias, los cuentos y porque vivimos rodeados de ficciones, las pequeñas y las monumentales.
Por mi formación y por mi eterna curiosidad para entender los enredos mediáticos, consumimos muchas películas y series en casa y mientras lo hacemos, tratamos de transmitirles a nuestras hijas cómo funcionan los mecanismos para construir ficción que hay insertos en ellas. “Ese dinosaurio se ha hecho por ordenador”, “En realidad esas personas no están en ese lugar, lo han grabado con un fondo verde y luego han metido esas imágenes después, mira cómo se hace”, “¿No te parece raro que durante años solo hubiera una pitufa y encima fuera la guapa?”. Nos pasamos la vida desmontando ficciones para que las entiendan, para que sufran menos con ellas, pero sobre todo, para que entiendan cómo está hecho el mundo que les rodea.
En Diciembre y durante todos los días del calendario de adviento, una misteriosa elfa había ido dejando cartas a nuestras hijas. Estableciendo consignas acorde con las fechas, dejándoles regalitos o proponiéndoles asequibles retos. Justo a pocos días de empezar la navidad, estábamos almorzando con nuestras hijas cuando de repente Ada, la mayor, nos dijo: “Vosotros no creéis en Dios, ¿verdad?”. Le explicamos amablemente que no pero que respetábamos a quienes sí lo hacían. “¿Con Jesús os pasa lo mismo?”. Nos mantuvimos en nuestra tesis de que al final es una historia y las historias nos acompañan, nos dan cobijo y nos reconfortan. Esas historias para algunas personas son libros, para otras son películas, para otras canciones…Y entonces ella nos dio una estocada intelectual, con una ingenuidad investigadora admirable, comentó: “Claro, pero con los Reyes Magos es diferente…”. No lo dijo con sarcasmo. Ni con actitud provocadora. Realmente era lógica deductiva y le valió nuestra explicación de que “los regalos llegan, con lo cuál es algo que podemos ver y por eso lo creemos”.
Supongo que todo esto desvela una gran contradicción: padres y madres que se esmeran en exigir a sus hijas que digan la verdad en el día a día mientras sostienen colectivamente una mentira sobre lo que sucede en la noche del 5 de Enero. Yendo contra su propia noción de espíritu crítico para poder sostener una ficción. De momento no hay nada que me convenza de eludir el pacto pero reconozco que tiene sus grietas. Como también confieso que todo esto me parece apasionante y es el preludio perfecto para hablar sobre las ficciones que nos rodean gracias a la invitación que me ha hecho mi amigo Mawa.
“Cualquier persona a la que se pregunté acerca de las características del rostro de Miguel de Cervantes dirás sin lugar a dudas que se trata de una faz enjuta, de frente amplia, de nariz aguileña, con bigote largo y caído hacer de extremos, y con perilla. otro rasgo distintivo de la cara es que dan marcada en una golilla, siendo el resto del atuendo de color oscuro. ¿Cómo es posible si no nos ha llegado un solo el retrato del escritor realizado en vida de este? Ciertamente, en el prólogo a sus “Novelas ejemplares” (1613) Cervantes indica que el artista Juan de Jáuregui le pintó (…) Sin embargo, esa pintura se perdió, probablemente en el siglo XVIII. ¿Es posible que el conocimiento popular de las facciones de Cervantes provenga de este fragmento de las novelas ejemplares cuando el 40,9 por 100 de los españoles no ha leído siquiera el Quijote? ¿A qué se debe entonces tal certeza generalizada en el reconocimiento de la cara del insigne escritor?
En la primavera de 1910, el artista valenciano y restaurador de cuadros José Albiol dió noticia de la existencia de un cuadro que había comprado y restaurado y en el que aparecían las inscripciones “Miguel de Cervantes” y “Juan de Jáuregui pinxit anno 1600”. Tanto el entonces director de la Biblioteca Nacional, Francisco Rodríguez Marín, como el director de la Real Academia de la Lengua, Alejandro Pidal quedaron entusiasmados con el súbito hallazgo de Albiol. El 5 de enero de 1912 Alejandro Pidal convocó a la prensa para anunciar que el retrato de Cervantes ocuparía, a partir de aquel momento, el lugar de mayor prestigio en el salón de actos de la Academia.
Desde el primer instante surgieron voces que sospechaban de la inautenticidad del lienzo, tanto en España como en el extranjero. La prensa española se hizo sobrado eco del asunto, y corrieron ríos de tinta a favor y en contra. Finalmente quedó demostrada la contrahechura de la obra, en especial a partir del estudio realizado por Enrique Lafuente Ferrari. No obstante, el retrato de Cervantes recuperado por Albiol 1910 sigue presidiendo la sala de actos de la RAE, y desde la aparición del cuadro no hay edición de la obra de Cervantes (escolar universitaria o generalista) que no vaya acompañada de su falso retrato, quedando fijada así, sine die, la apariencia de Cervantes para la posteridad (busque en Internet y verá). El imaginario visual de la fisonomía del más famoso escritor español pivota, por tanto, sobre una falsificación”.
Fragmento de “La competencia de lo falso: Una historia del fake” (2018) de Jorge Luis Marzo
Cada vez que descubro algo que desvela que lo que hemos terminado por asumir como la historia oficial de algo, la imagen predilecta o el relato sólido, es en realidad una deformación de otra cosa, me excito intelectualmente. Creo que mi excitación no tiene tanto que ver con haber accedido a la supuesta verdad oculta tras la mentira, sino por comprobar una vez más que todo relato es un ejercicio de edición. Y la edición tiene que ver sobre todo con la particular relación entre lo que se omite y lo que se incluye. Además, todo el que haya editado historias (en el formato que sea) sabe que en ocasiones una imagen memorable esconde un relato mucho más complejo. Y a menudo esa complejidad suele formar parte de lo que se omite, no de lo que somos capaces de ver o de lo que queda visible.
Cuando era pequeño, uno de mis videojuegos preferidos era “Los Lemmings”. Con un entorno visual propio de principios de los 90, mi hermano y yo encendíamos nuestra Amiga 500 para intentar ayudar a una masa de roedores humanizados llegar a su hogar. Para ello contabas con distintos recursos y herramientas que ibas disponiendo para salvarlos de catastróficas caídas, de quedar encerrados o de lanzarse al agua. El juego te iba planteando distintos escenarios y la dinámica era que los Lemmings salían desde un punto y a partir de ahí tu destreza como jugador dependía de hacerles llegar sanos y salvos a la ‘casita’ con la que completabas una fase y pasabas a la siguiente. La gracia del juego consistía en que una vez que se iniciaba su salida, ellos tenían la tendencia de ‘continuar hacia delante’. El problema es que si se encontraban con una montaña, rebotarían y volverían andando en sentido contrario. Y si no hacías nada por solucionarlo (como poner a uno o varios de ellos a cavar para hacer un túnel a través de dicha montaña), éstos seguirían andando sin parar. Y si al otro lado había un precipicio o el mar…continuaban hasta morir.
Nunca reflexioné demasiado sobre esta cuestión pero lo cierto es que la propia naturaleza del juego sugería que los Lemmings tenían tendencias suicidas. Años más tarde descubrí que se trataba de otra ‘edición’. En este caso de Disney.
“En el año 1958, Disney produjo un documental llamado “White Wilderness” (“infierno blanco”) donde aparecen decenas de lemmings saltando de un acantilado al Océano Ártico. El narrador cuenta que los pequeños roedores que nadan hacia el horizonte morirán ahogados tras el exhausto e inútil esfuerzo. White Wilderness ganó el Oscar a la Mejor Película Documental en 1959, a pesar de ser un gran montaje.
Según una investigación realizada en 1983 por el productor de la Canadian Broadcasting Corporation, Brian Vallee, la escena de los lemmings fue amañada. Vallee dedujo que era imposible que los animales se hubiesen arrojado al mar porque, para empezar, la escena fue filmada en el río Bow, cerca de Calgary, en la parte interior de Canadá, una zona que, además, no es su hábitat natural. Al parecer, los realizadores trajeron los lemmings de otra provincia tras pagar un puñado de dólares a unos niños inuits para que los capturasen. Luego montaron toda la secuencia con plataformas giratorias, nieve y planos cerrados para simular un suicidio masivo por un despeñadero. En ciertos cortes de la cinta, se aprecia cómo algunos se paran en el borde y otros intentan retroceder sin éxito. No hubo ningún suicidio en masa: fueron acorralados y lanzados deliberadamente al agua.
El origen del mito de los lemmings surgió mucho antes de la realización de White Wilderness. Algunas tribus de las regiones árticas creían que estos animales habitaban más allá de las estrellas y que a veces bajaban a la Tierra. En la década de 1530, el geógrafo Zeigler de Estrasburgo propuso que caían del cielo con las tormentas y que luego morían repentinamente con el crecimiento de la hierba en primavera. En la Enciclopedia Infantil de Arthur Mee del 1908 se puede leer que los lemmings “avanzan en línea recta, por montañas y valles, a través de jardines, granjas, pueblos, manantiales y estanques; envenenan el agua y provocan fiebre tifoidea (…) continúan hasta el mar, y provocan su destrucción metiéndose en el agua (…) Es triste y terrible, pero si ese éxodo funesto no tuviese lugar, los lemmings habrían dejado Europa pelada hace mucho tiempo.” ¿Qué hay de verdad en estas historias?
Cada pocos años, tras una buena racha de condiciones y recursos, los lemmings se reproducen sin control llegando a multiplicar por diez los individuos de una población. Son unos procreadores natos y precoces. Su estrategia consiste en tener un máximo de crías en un mínimo de tiempo. No obstante, si el crecimiento poblacional es desmesurado, los recursos disminuyen. Entonces, empiezan los problemas. Con una horda de lemmings hambrientos, la vegetación rápidamente escasea y los animales se ven obligados a buscar nuevos pastos. Es el gran éxodo de los roedores. Es bastante direccional, migran con gran determinación, y pocos obstáculos les obligan a desviarse del rumbo. Si se encuentran con una pendiente pronunciada, aunque se desplomen, siguen con su ruta. Si se topan con un pequeño lago o río, no es una traba, pueden cruzarlo nadando. Aunque también pueden acabar ahogados, magullados o muertos de frío. Además todo tipo de depredadores, como mustélidos, zorros o búhos, se dan un festín con su llegada. La población de lemmings no tarda en nivelarse de nuevo: nacen muchos y mueren muchos.
Ante la necesidad de comer, los lemmings se desplazan masivamente en búsqueda de alimentos. En la naturaleza, cualquier migración conlleva unos peligros y la muerte es siempre una amenaza al acecho. Los lemmings simplemente actúan de acuerdo con su instinto de supervivencia. Hablar de suicidio implicaría una voluntad. Por eso, el suicidio masivo de los lemmings es falso. Aun así, su fuerte arraigo en la cultura difumina las fronteras entre la verdad y el mito. Su extraño comportamiento aparece en canciones, películas, videojuegos…
“El mito de los lemmings suicidas” (2017), de Óscar Cusó
https://elpais.com/elpais/2017/01/02/ciencia/1483349391_822433.html
Con la llegada de Internet sucede algo muy interesante en relación a este tipo de incidentes. Por un lado, el nivel de escrutinio colectivo es mayor dado que el conocimiento sobre las herramientas que se usan para editar o manipular imágenes está mucho más democratizado que antes. A la vez, las plataformas y el diseño de sus algoritmos favorecen los contenidos que nos escandalizan. Y ahí evidentemente se cuelan todo tipo de manipulaciones.
Internet y la memética desbordante hace que proliferen los bulos. Es inasumible no incluir el debate suscitado por las Fake News en los últimos tiempos en un texto que pretende hablar sobre las ficciones que nos rodean. Porque al final y en muchos casos los bulos remiten directamente a ficciones que se disfrazan de no-ficción.
En muchos casos se tilda de bulo o fake news a noticias altamente sesgadas. La estrategia en muchas ocasiones y particularmente por parte de algunos medios o agentes populistas de estilo trumpista (aunque en ocasiones también sucede así desde la izquierda) consiste en omitir parte de unas declaraciones o quedarse exclusivamente con un fragmento de un hecho noticiable para exagerarlo.
La ampliación de contenido sesgado se usa para poder llamar la atención. Por más que los más firmes defensores de la nobleza periodística y los códigos deontológicos, muchos medios de comunicación luchan por mantener a sus lectores más allá de los 2–3 minutos en una sola pieza. Eso significa que el contexto general es el de noticias siendo consumidas por el titular, principalmente. Si te dijeran que contaras una historia compleja y con matices, ¿cómo lo harías en menos de 5 minutos? Existen los sesgos y existe el clickbait, pero la situación mediática que vivimos no es propicia para los matices.
Tampoco ayudan los algoritmos. Si un algoritmo fuera una persona sería glotón, desmemoriado, fisgón, exaltado y tóxico. Un regalito, vamos. Y aunque cada vez sepamos más sobre su funcionamiento y cómo el objetivo de las plataformas es intentar mantenernos el máximo tiempo posible en ellas. Y eso al final se consigue con contenidos que nos escandalizan. Con contenidos manipulados, editados. Cuando es un inofensivo meme sobre el ego de un futbolista, no pasa nada. Cuando se trata de una persona difundiendo un bulo que habla de unos supuestos privilegios que tienen las personas migrantes que no son tales, pues sí debería pasar.
Esto explica la obsesión por el fact checking, que entiendo que sea una industria que se ha puesto de moda porque la idea de que podemos convivir con noticias sesgadas que no representan lo que verdaderamente sucedió o se dijo es peligrosa para la democracia. Pero dejando de un lado ese amplio y complejo debate, la parte que más me interesa aquí es analizar ese terreno de juego mediático en el que las estructuras de ficción están por todas partes. Y que la memética en la que se apoyan los algoritmos ya ha dejado rastros de historias que no eran como creíamos.
A estas alturas es casi parte de la familia, ese primo regordete al que preguntamos si tiene novia aunque conocemos de antemano la respuesta. En los dos últimos años le hemos visto de todas las maneras: criticando a los jugadores del Madrid, opinando sobre otros fenómenos del youtube o revisando sus notas por internet. Pero al igual que con nuestros primos segundos, muy pocos han ahondado más allá de la superficie y conocen la auténtica y verdadera historia de Leopold, el Niño Loco Alemán.
Cuando el 20 de Noviembre de 2006 el joven Sebastian Bosse irrumpió armado en su escuela de Emsdetten, Alemania, y se suicidó tras herir a cuatro de sus compañeros, la opinión pública germana no tardó en buscar alguna explicación a tan terrible acto de violencia. No tardaron en encontrar una de lo más oportuna: en los últimos meses el suicida había pasado las horas muertas jugando al World of Warcraft. Curiosamente, que ResistantX, su alias internautico, cargase en su testamento videográfico contra la crueldad y superficialidad de sus compañeros no se consideró noticioso.
Comenzaron los debates televisivos y con ellos el desfile de expertos, psicólogos y políticos, muchos políticos. La solución para estos era sencilla: prohibir los videojuegos violentos. Para terminar de añadir leña al fuego, el programa Journalists de la cadena FocusTV difundió un alarmante vídeo que mostraba a un adolescente cayendo en la histeria intentando jugar a otro videojuego. Según Journalists, había sido grabado con cámara oculta por el atribulado padre, poco antes de ingresarlo en una clínica mental de Amsterdam. Nuestro héroe se había convertido en mainstream…
…pero seguramente no de la manera que él hubiese querido. Porque Leopold, que así se llama el adolescente, no está loco, sino que tiene “un sentido del humor que no todo el mundo entiende”, como él mismo se describe. Antes del vídeo que le hizo universalmente famoso ya había logrado hacerse su huequecito internautico en Hodenmumps.net, un equivalente alemán de El Rellano o Yonkis, en el que colgaba piezas protagonizadas por Der Echte Gangster (El Auténtico Gangster), un personaje con el que criticaba la moda gangsta-rap.
Viendo la polémica desatada alrededor de los videojuegos a raíz del suceso de Emsdetten, quiso grabar un vídeo con el que mofarse del concepto de jugador desequilibrado y violento que estaba siendo propagado. Sin embargo, consiguió justo lo contrario. FocusTv le pidió permiso para emitir su vídeo y se inventó la historia del padre preocupado; historia que los políticos se tragaron encantados porque era exactamente lo que querían creer. Y así, víctima de su gran interpretación, se convirtió para siempre en Angry German Kid. Cuando intentó aclarar la confusión con otros vídeos ya era tarde, y durante un año dejó de publicar material nuevo debido a las presiones que sufría en su día a día.
“El niño loco alemán: la verdad detrás del mito”, publicado en Soitu.es en 2008.
Curiosamente, esta contribución a Soitu.es realizada por un usuario y que fue aprobada para su publicación, no precisa del todo la historia. En 2019 el Youtuber Wavywebsurf publicaba un vídeo en su canal en el que explicaba que había sido de la vida de Leopold…el personaje creado por Norman Kochanowski, verdadero nombre del protagonista de esta parodia que terminó convirtiéndole en uno de los primeros memes de la era de Internet. Una vez más, un software de edición cambiando la vida de una persona. Y es que la inclusión del vídeo por parte de FocusTV, una productora que producía y emitía documentales para la principal cadena de televisión alemana, fue lo que desató esta historia.
Saltando de la televisión al cine, a principios del 2022, la película “El club de la lucha” fue noticia porque el gobierno de China había manipulado a su conveniencia el final de la misma. La película de David Fincher (1999), basada a su vez en la novela de Chuck Palahniuk (1996), narra la historia de un hombre que decide romper con su inercia vital, para adentrarse en un mundo de peleas callejeras y nihilismo desenfrenado pretendidamente liberador, que lo llevan a terminar su relación con su alter ego imaginario y provocar una serie de explosiones que destruyen los registros bancarios y que reiniciarían la economía. Sin embargo, los usuarios chinos de la plataforma Tencent Video no ven dicho final. Como sustitución del final original, aparece una cartela donde puede leerse “A través de la pista proporcionada por Tyler, la policía descubrió rápidamente todo el plan y arrestó a todos los criminales, evitando con éxito que la bomba explotara. Después del juicio, Tyler fue enviado al manicomio para recibir tratamiento psicológico”.
Una manipulación cutre, puesto que el personaje de Tyler Durden en realidad era el alter ego del protagonista (del que nunca sabemos su nombre) y en ese punto de la película…ya ha desaparecido. No ha sido la única película que el Gobierno de China ha manipulado. También sucedió con Cadena Perpetua o con El señor de la guerra. “Cuando la gente te diga que el héroe de Shawshank terminó en prisión nuevamente, que no hubo explosión en El Club de la Lucha y que el personaje de Nicolas Cage fue arrestado, te cuestionarás si tu memoria existe de verdad”, escribió un internauta en la red social Weibo según informaba Bloomberg.
A veces la alteración o la edición es producida simplemente por la adaptación. En “Soy Leyenda”, la película protagonizada por Will Smith y que narra la vida de Robert Neville, un médico que es inmune a un virus hecho por el ser humano, creado originalmente para curar el cáncer, y que ha terminado por convertir en una especie de zombies a todo el que se infecta. Él trabaja para crear un antídoto mientras se defiende de los mutantes originados por el virus en una ciudad que ha sido invadida por la naturaleza y en la que apenas queda rastro de la sociedad que la habitaba.
En la película, el personaje interpretado por Will Smith lucha sin descanso contra los nuevos seres que habitan el planeta. Al final de la misma, se ve cómo consigue inyectar a uno de ellos la enésima prueba de las vacunas que ha estado desarrollando, y justo antes de comprobar que funciona, se inmola para permitir escapar a una madre y a su hijo, que previamente lo habían salvado de un ataque de los mutantes. La mujer y su hijo consiguen llegar a un refugio donde viven aún una pequeña colonia de seres humanos. La película cierra con un plano aéreo de este reducto de sociedad donde se puede ver que hay una iglesia católica.
La novela sin embargo presenta diferencias significativas. La relación entre Robert Neville y los mutantes presenta una reflexión muy interesante que es omitida en la película. En la novela, escrita por Richard Matheson en 1954, los mutantes son en realidad vampiros. Y Neville es literalmente el único ser humano viviente. Lejos de presentar a Neville como un héroe, en la novela se le presenta como un ser que está desesperado por su solitaria condición y se dedica a cazar a los vampiros de día, mientras estos duermen. Está desesperado y se alcoholiza. Se siente solo. Y de esa situación emerge una paradoja que cambia por completo el sentido de la película: Neville es leyenda no porque se sacrifique para salvar a la sociedad del virus, sino porque se ha convertido en un monstruo para esta nueva sociedad y por haber sido el último hombre vivo en la Tierra.
Supongo que no se puede equiparar que un gobierno intente manipular una película con una adaptación mainstream de una novela; que no es lo mismo convertirse en meme por un vídeo que subiste a Internet que difundir la idea de que unos roedores tienen tendencias suicidas. O que la imagen que tenemos de Cervantes presenta un marco de análisis distinto al famoso pacto de ficción entre adultos durante las Navidades. Lo único que es común a todos estos ejemplos e historias es el hecho de que la manipulación de imágenes y relatos está absolutamente inserta en la forma que tenemos de hacer y consumir cultura.
Basta con coger nuestro teléfono y echar un vistazo a alguno de los contenidos que nos acaban de llegar: un meme de estilo barroco que reflexiona sobre salud mental usando 3 fuentes tipográficas e imágenes de lo que parece un videojuego indie de los años 90, un TikTok donde decenas de personas responden en dúo irónicamente a una persona que hizo un video para quejarse de los dúos, en un collage monstruoso y maravilloso a partes iguales, una captura de pantalla pixelada y con una marca de agua donde alguien señala en rojo el comentario de una chica que participa en un post de Facebook que pone “Busco entradas para Chayanne” mientras que alguien responde “Chayanne entra GRATIS, ÉL es el que canta”.
Y es que todo es un relato construido. La cuestión es cómo se establecen los pactos tácitos acerca de lo que está construido y lo que no. Y cómo se cuentan las historias sobre lo que se termina considerando memorable. Sobre las denominadas ficciones monumentales.
“Los monumentos son una escenificación del poder. En su mayoría, son la representación de un personaje o hazaña a los que se les da cuerpo de hierro o piedra para que sobrevivan generaciones — por mucho que sea a través de una forma abstracta — , y con la intención de que sean recordados de la manera en que, quien le dio cuerpo, quiere que se haga. Al estar colocados en el espacio público, crean un mapa simbólico en nuestra mente, de la historia del territorio en el que son levantados. Puede que no sepamos a quién o a qué están dedicados, pero por el mero hecho de estar ahí, deducimos que son determinantes para la historia gloriosa del lugar. La lógica dicta que las personas representadas han de ser figuras que merecen respeto, porque no a todas las personas se nos otorga el privilegio de la memoria. Por lo tanto, en el mismo gesto de decidir quien es recordado y quien no, los monumentos nos hacen conscientes de que la historia que narran, es excluyente. Construyen una memoria basada en hitos históricos. Generan enclaves de éxito y orgullo reservados a unas pocas personas aisladas de su contexto, e ignorando con ello el hecho de que todo lo que ocurrió en ese momento (incluidas todas las vidas), está en realidad entrelazado entre sí.”
“Tras seis meses de Black Lives Matter, ¿qué monumentos queremos para el futuro?” (2021) de Virginia Lázaro
Poco después del asesinato de George Floyd que dio comienzo a una ola de protestas de Black Live Matters, activistas antiracistas comenzaron una ola de vandalismo contra numerosas estatuas. Inicialmente comenzó a suceder en EEUU pero se extendió a otras partes del mundo. El mayor damnificado fue Cristóbal Colón. Y quizás su figura representa muy bien el conflicto entre una historia oficial que ha tratado de ensalzar su figura como “descubridor de América” frente a la crítica decolonial de dicha historia oficial, que lo acusa de formar parte de una invasión sanguinaria que exterminó a las poblaciones nativas para imponer un modo de vida y de sociedad.
Quienes pretenden aferrarse al relato oficial consideran una falta de respeto vandalizar una estatua. Formalmente no hay mucha diferencia entre pintar “esclavista” sobre un busto de Cristóbal Colón y editar el final de una película. Ambas buscan alterar la obra original. Desde un punto de vista político sí que hay grandes diferencias. En un caso nos encontramos con una institución poderosa tratando de imponer un modelo de verdad manipulando una obra de arte y en otro caso nos encontramos ante un grupo de activistas que se consideran agraviados por la historia y protestan ensuciando o rompiendo algo que ni siquiera consideran arte, sino una falta de respeto.
Y lo que está en juego en ambas es, ¿quién cuenta las historias que constituyen las ficciones monumentales que nos rodean? ¿qué influye para que un relato perdure en el tiempo y se haga memético entre generaciones? ¿Cómo se decide que algo es trascendente y merece ocupar un lugar donde otras personas lo van a poder ver? ¿Qué formas de vivir se consideran legítimas y pueden ser celebradas en público?
Elige tu propia aventura: tres formas de salir de aquí
#1
Crecí en Tenerife. La semana de Carnavales se presentaba siempre como una oportunidad para hacer una de las cosas que más me divertían en el mundo: disfrazarme. Me disfracé de TODO: de McGyver, de Bruja Avería, de Oso Amoroso…de alguna manera, los Carnavales eran la excusa que todos teníamos para poder ser otras personas durante una semana. Sé que eso es lo mismo que se le atribuye al teatro. Y a la vez sé que vivir en sociedad implica altas dosis de performance. Pero de alguna manera, recuerdo con mucho cariño ese pacto social que implicaba dar rienda suelta a las ficciones de forma incontrolada.
No pretendo romantizar los Carnavales. También había mucho machirulo, mucho borracho y mucha peste a pis por las calles. Pero la idea del disfraz me sirve como excusa para construir una analogía sobre las ficciones que nos rodean. Los Carnavales permitían algo que me resulta más honesto que ‘la performance’ diaria en la que participamos: es evidente que todos vamos disfrazados. En un contexto donde el chiste se hace visible, todos nos relajamos más y me arriesgaría a decir que vivimos de forma más consciente y honesta el papel que queremos jugar en la vida. Por eso, la primera idea para salir de este texto es la de que quizás podríamos pensar que la vida en sí es carnavalesca para así poder entenderla mejor.
#2
Como amante de los Carnavales creo que estamos viviendo un auténtico sambódromo de la cultura popular. Amo la forma en que la cultura se transforma y me considero un observador curioso de todos los incidentes digitales en los que algo se viraliza, sobre todo si involucran el humor. Sé que la risa puede ser cruel y excluyente, pero he visto como una sociedad entera alzaba la bandera del humor para enfrentarse al miedo de un ataque terrorista y de una amenaza en vídeo que provocó cientos de memes. Me refiero al caso del Cordobés tras los atentados yihadistas de Barcelona. Memes contra armas, esa es mi batalla.
Creo que el humor es una herramienta magnífica para entender cómo se construyen los relatos. El humor es ficción consciente que sirve para desmontar el aparataje de quiénes buscan disfrazar de verdad los relatos construidos. El Mundo Today es un gran ejemplo de esto. A través de un pacto de ficción consciente entendemos mejor las ficciones que nos rodean. Quizás eso lo convierta, paradójicamente, en una herramienta de no-ficción. Afortunadamente, no están solos. Hay muchísima gente talentosa haciendo collages digitales que buscan hacernos sonreír y a la vez que nos preocupemos más por la salud mental, produciendo tiktoks antirracistas, haciendo memes feministas que terminan siendo pancartas en el 8M. Hay mucho odio y mucha polarización en el mundo contemporáneo. Pero también hay mucha gente tratando de hacernos reír y reflexionar. No a la guerra, sí al humor.
#3
Layla Martinez cuenta en “Utopía no es una isla” (Editorial Episkaia, 2020) que en uno de los peores años de su vida, sintiéndose triste, sola y profundamente agotada, trabajando todos los días de la semana, entre emails, facturas, y albaranes, comenzó a ver Star Trek. Y que la serie se convirtió en su refugio. “Al cabo de un tiempo la situación mejoró, pero la Enterprise ha seguido siendo mi hogar durante todo este tiempo. Si tuviese el poder de hacer realidad una utopía entre todas las que ha imaginado el ser humano a lo largo de la historia, escogería sin duda Star Trek”. Y luego explica que en el universo de ficción de Spock y el Capitán Kirk no existen las desigualdades, ni el racismo, ni las clases sociales…ni siquiera el trabajo asalariado.
Mawa me contaba que habiendo hecho un análisis exhaustivo de gran parte de las ficciones que nacen de las grandes plataformas, el número de distopías es abrumadoramente superior al número de utopías. La propia Layla Martínez cuenta en su libro que la potencia de relatos distópicos nació en los años 80 como una forma de prevenir al mundo contra ciertos peligros…algunos de los cuáles han terminado sucediendo, como si de profecías autocomplidas se tratara.
Para un amante de la cultura de la remezcla y de los memes resulta doloroso reconocer que aunque todos los dispositivos de reconstrucción cultural generan una reconfortante sensación de avanzar sin abandonar el pasado (creo que no podría explicar mejor lo que siento cuando escucho el mashup de Bad Bunny con Aretha Franklin), lo cierto es que intuyo que creo que necesitamos relatos utópicos no basados en el pastiche.
Necesitamos generar nuevos relatos, nuevas novelas, nuevas películas, nuevas canciones, nuevos poemas…que abandonen el cinismo, el pesimismo y el miedo. Sé que no es fácil. Hay mucha precariedad y mucha miseria en todo lo que rodea la producción cultural. Pero cuando ya no pueda sostener la ficción monumental del 5 de Enero, necesitaremos nuevos monumentos que visitar y nuevos cuentos que poder contar a nuestras hijas.